La realidad: indudablemente, alimentos cultivados sin aditivos, pesticidas artificiales o productos químicos de origen industrial son más naturales que otros que no cumplan con estas características. Según varios estudios publicados recientemente, como el que apareció hace unos meses en el British Journal of Nutrition, los alimentos orgánicos no sólo poseen menores cantidades de residuos de pesticidas sino que también pueden ser hasta un 70 por ciento más ricos en antioxidantes que los no orgánicos.

El mito: «No se tratan con productos químicos, y eso entraña riesgos para la salud, además de tener menor calidad».

Que no contengan residuos tóxicos, estén elaborados de manera natural y sin aditivos ni pesticidas, no significa que los alimentos y los productos orgánicos se produzcan sin seguir estándares de calidad o que no estén regulados, sino todo lo contrario.

Los productos orgánicos están regulados por la Unión Europea, órgano que emite este sello que identifica los productos de agricultura ecológica y que va siempre acompañado de otro sello del organismo certificador de su país de origen.

2. No están modificados genéticamente

La realidad: los productos orgánicos no pueden estar modificados genéticamente de un modo artificial. La modificación genética de los alimentos mediante procesos industriales y artificiales puede llegar a causar graves perjuicios al medio ambiente, afectando también a la salud de las personas. Todo esto lo podemos evitar consumiendo productos orgánicos.

El mito: «Los productos orgánicos también están “modificados” genéticamente: ¡cualquier organismo está sujeto a evolución!».

Efectivamente, que los alimentos (y todos los productos) denominados orgánicos no se modifiquen genéticamente es relativamente cierto ya que, como todos los organismos y las especies, su estructura genética también sufre cambios con el tiempo, pero de un modo natural. Su modificación responde a necesidades evolutivas y de supervivencia, y no está incentivada por intereses comerciales ni humanos de ningún tipo: es una modificación extremadamente lenta y completamente natural, como ha venido siendo siempre así desde el inicio de la vida en el planeta.

3. No contienen antibióticos

La realidad: especialmente los productos de origen animal, no contienen residuos de antibióticos ni otros medicamentos que habitualmente se proporcionan al ganado para acrecentar su productividad y hacerlo más resistente al envejecimiento y el desgaste.

El mito: «Pobres animales: ¡les dejan sufrir sin tratarlos con medicamentos!».

Los animales de ganadería ecológica no se tratan con antibióticos, pero eso no significa que estén médicamente desatendidos. La asistencia veterinaria se realiza con el máximo respeto y un sumo cuidado por los procesos naturales de sanación, y se emplean productos completamente inocuos tanto para el bienestar de los animales como para el consumo humano. En la reglamentación que regula la ganadería ecológica se especifican, entre otras cuestiones, qué tratamientos y qué medicamentos se pueden emplear, y cuáles (como los antibióticos) están completamente prohibidos.

4. Son respetuosos con el medio ambiente

La realidad: al no emplear productos químicos, la agricultura y la ganadería ecológica (de donde proceden los productos orgánicos) no contamina con productos artificiales al medio ambiente.

El mito: «No todos los abonos y pesticidas naturales son inofensivos para el medio ambiente: los purines (residuos orgánicos, vegetales o animales) son un buen ejemplo».

Cierto. Los purines, empleados para abonar los campos, por ejemplo, son uno de los principales focos de contaminación del agua en las zonas rurales, pero ello sólo significa que lo natural, manipulado y usado de modos poco convenientes, también puede ser perjudicial para el medio ambiente. ¿O acaso el plutonio o el uranio de las centrales nucleares no son «naturales»? Los productos orgánicos no sólo garantizan el empleo de métodos y productos naturales en su elaboración, sino también un uso racional y ambientalmente sostenible de los mismos.

5. Son más sabrosos

La realidad: los alimentos orgánicos tienen un sabor único y genuino, incomparable al de otros alimentos de procedencia industrial, tratados con aditivos y conservantes que les pueden llegar a cambiar el sabor.

El mito: «Los alimentos orgánicos se conservan peor».

Un producto orgánico se conserva lo que debe de conservarse según sus propiedades naturales, ni más ni menos. Si los sometemos a procesos artesanales de producción (ahumado, secado…), ¡no tienen por qué durar menos que los no orgánicos!

Aunque a veces puedan resultar algo más caros que los convencionales, los productos orgánicos aportan muchos más beneficios de lo que cuesta adquirirlos. Son sanos, saludables y respetuosos con el medio ambiente. Un recurso para garantizar, según la FAO (organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura), la correcta alimentación de la población mundial y un reparto adecuado de los recursos naturales. ¿Nos atreveríamos a poner un precio a todas estas ventajas? ¡Y encima con un sabor inigualable! Qué otras cualidades podríamos esperar de lo que llevamos a nuestra mesa…